La bananera mostró su gentileza.
El café, su silencio.
La vinagrera esbelta, su misterio.
El eucalipto se entregó al suelo.
Las batatas recorrieron las raíces.
Las trapoeravas resilientes, se escudaron.
El corredor de plantas me enseña.
Me lleva hacia el sentido de la vida.
Sentir el pulso de la selva es encontrar la felicidad.