martes, 17 de septiembre de 2013

Hacia las constelaciones

Desde aquella nube bajaba triunfal. Sin ninguna duda, sin ningún temor. Piso levemente la tierra, enterrando un poco sus dedos en la tierra granulada. Caminó entre los árboles del parque. Sintiendo cada aroma que las flores proporcionaban. Escuchó cada sonido emitido. Caminó. Caminó hasta que no hubo más a donde ir.
Su vestido blanco ya no era blanco en sus bordes. Su pelo liso se había vuelto ondulado. Sus ojos verdes se contagiaron del marrón del suelo.
De repente, decidió sentarse en un banquito, en medio de una vereda vacía. Se sentó a esperar. Sin saber que esperar.
Su nube ya no pasaba más por ahí. Su entrada triunfante ya se había desvanecido. Quedó ella y nada más.
Descansó sus pies cansados, sus manos ahora ásperas, sus ojos exahustos de tanto ver.
Se sentó y esperó, pero nada pasaba. Hasta que un pájaro se posó en sus hombros y le susurró una canción. Inevitablemente, una sonrisa se apoderó de su alma. El pájaro, gris como las cenizas, la miró con un brillo de complicidad. A volar. Volar.
Extendiendo sus brazos, suspiró hondamente, y se dejó llevar por su espíritu y voló. El pájaro la guiaba.
Ahora su salida fue triunfalmente humilde. Hacia las constelaciones.

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