lunes, 22 de septiembre de 2014

Canela y sal

La tarde de sábado estaba llegando a su fin. Un pañuelo en su cabello ondulado y una falda florida la llevaron hasta la cueva, que contradiciendo su nombre, era un lugar de luces titilantes, plantas y gatos felices. En ella, las hermosas hermanas cordobesas la esperaban con muchas ideas culinarias. 
En el momento en que sus ojos chispearon con los de las hermanas, todo se volvió primavera.
Como el polén, las muchachas se esparcieron por toda la cueva, girando como gitanas en los rincones, bailando al son de los tambores. Condimentos, tubérculos y frutas perfumaron sus pieles y avivaron sus vientres.
La más joven de todas, alegraba con la guitarra, la del medio, reía sin parar, la mayor saborizaba el día; aunque a cada tanto, iban cambiándose de puesto, mientras que los gatos posaban para las fotos. 
Aquellas muchachas, la del pelo ondulado y las hermanas hermosas, eran brujas hechas de flores, capaces de convertir un domingo apagado en libertad, en música, en sabor. Porque la amistad es eso. Es magia. Es primavera todo el año. Es sal para la vida y canela para el amor. 



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