jueves, 25 de septiembre de 2014

El néctar de su flor

Fue hasta su casa. Entró y se sentó en el sillón con las piernas juntas y sin recostar su espalda. Estaba nerviosa, apenas lo conocía.
Tomó el vino, comió la pizza. Su nerviosismo fue desapareciendo a medida que se iba desinhibiendo por el alcohol.
Se sentía atrayente, sensual, audaz. Movía sus hombros y sonreía como pidiendo ser arrebatada. De vez en cuando, se mordía el labio inferior. El deseo de ser tocada comenzaba a crecer.
En un movimiento de inocencia falsa, fue besada. Sintió los labios de la otra persona, estaban húmedos, eran unos labios blandos, sentía la barba, la lengua que aparecía inesperada, y una mordida en su labio  iba haciendo que cada parte de su cuerpo se volviera más sensible al tacto. 
Sintió las manos de su momentánea pareja sobre su espalda, siendo apretada. Ella recorría el cuerpo suavemente, quería saber de qué estaba hecho su compañero. Le gustaba tomarlo del rostro mientras lo besaba de ojos abiertos.
Con astucia, sus manos se metieron debajo de la remera, quería sentir aquella piel bronceada. La suavidad se transformó en brutalidad cuando las ropas fueron arrancadas de los dos cuerpos. Ella lo miró en cada detalle y deseo ser observada también. 
Estaban de pie, labios intercambiados, manos juguetonas, piel expuesta. Sentía su cuerpo pegarse al de él, girando sobre su eje.
De la mano fue llevada hasta la habitación, donde una cama desarreglada los esperaba. Ella, osada, se acostó en la cama con una mirada sensual, invitándolo. 
Su cuerpo fue aplastado, humedecido por los besos, exaltado en cada centímetro por las caricias. Su flor liberando el néctar estalló en endorfinas al sentir la presión de la lengua. 
Sus ojos revoloteaban, sus manos se movían sin parar, sus piernas volaban, su columna se arqueaba. Su nido fue invadido y su clímax aumentó. Ya no era dueña de su cuerpo hipersensible. Sentía como su consciencia era usurpada por el placer.
Cada terminación nerviosa de sus partes femeninas estaban excitadas. Se deleitaba cuando él entraba un poco más en ella, despacio pero con fuerza. La respiración que golpeaba su cuello, el peso de aquel cuerpo, la piel rozándola, voces guturales, era goce. 
Sus hormonas se apoderaron de su sangre, la oxcitocina hacía su papel, y su corazón latiendo rápidamente. Su flor, su nido, su mente estaban en exaltación. De repente, destellos, electricidad, espasmos. Su cuerpo en el punto máximo del placer. Parecía flotar entre estrellas. Su garganta con un nudo. Su abdomen contraído se disipó en el aire. Sus ojos giraron en su órbita. Sus dedos perdieron contacto con el cerebro. Ya no pertenecía a esa dimensión. 
Estuvo sumergida en el deleite por unos minutos. 
Luego, suspiró. Lo observó. Sonrió y lo besó. 
Volverían a repetirlo. Ella lo deseaba.

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